Ahora
que parece que está de moda de hablar de los barrios, no me resisto a recordar
en esta breves líneas, la que fue una calle simbólica en un barrio no menos
simbólico, el de Las Alcaravaneras, se trata de la calle del Cine Goya, así
conocida pro ser la sede de uno de los locales del Circuito Cinematográfico de los
hermanos Marrero, que además tenían otros, como el Colón en la calle Pamochamoso y el Carvajal en su misma calle de Arenales.
En
realidad la calle se llamaba Manuel González Martín, creemos que en homenaje a
quien fuera presidente del Cabildo de
Gran Canaria en los años 29 y 30 del siglo pasado, pero
originalmente se llamaba Manuel Becerra, pero por coincidencia con la
Plaza del mismo nombre en el Puerto, que recordaba al ingeniero de Caminos,
Canales y Puertos (lo era del puerto de Melilla) y ministro, Manuel Becerra
Fernández, por lo que parecía más adecuado ponerla en aquella zona y ahí se
quedó.
Pues
bien la calle del cine Goya tenía varias zonas subiendo desde la carretera que
era como se llamaba a la calle León y Castillo, la principal. El primer tramo
iba desde esa arteria principal hasta la calle Luís Antúnez y allí destacaba
por el bando izquierdo ascendente, la Plazoleta, con el kiosco de Matías, que
luego pasaría a René, y la Sociedad de la Unión Deportiva Las Palmas y subiendo
por la derecha empezaba con un bar en la misma esquina y terminaba en el Garaje
Antúnez en la otra.
Pero
la verdadera vida se la daba a la calle el tramo entre Luis Antúnez y Alemania,
Allí estaba todo, a la izquierda subiendo, una parte de la U.D. Las Palmas (la
sala noble); lo que llegó a ser una
Autoescuela, donde vivían Don Víctor y Doña Sofía; la casa de Eutimio, que
tenía un hijo que jugaba en Las Palmas de extremo derecho, Juan Luis; la casa
de algunos militares, recordando el chalecito del subteniente Vera, con su mujer,
Lila y sus hijas Dulce y Mercedes y por fin el Cine Goya, que a su lado tenia
lo que se denominaban en aquella época Portones, que no eran otra cosa que una
reunión de casas con varias familias, pero en plan chabolas.
Aquel
Portón de la esquina era muy conocido por los niños del barrio, sobre todo por
el carrillo de golosinas o chucherías, el de Anita la negra, que era muy
popular, aunque fuera en la puerta se ponía el de Cuco, que también tenía su
clientela.
Subiendo
por la derecha, estaba la tienda y el bar de la familia de Adelmo Nespereira
que había montado la tienda con su mujer y sus hijas, Nena y Saro y con sus
hijos Toño y Lolo lo que montó fue el famoso Bar Vigo, punto de referencia del
barrio, como bar y como centro de información deportiva de la época, justo
frente a la U.D.
Después
venia la casa donde vivieron los Lantigua que se habían traído el gofio La Piña
desde Miraflores, y a continuación la familia Jiménez, que tenían la barbería
de Yoyo, otro punto de encuentro, en este caso musical, el estanco de Antoñito,
el practicante, la zapatería que llevaba su cuñado, el marido de Irene y así
toda la familia.
Después
venia la casa de Manuela y de Escolástico Soto, el bachiller en sus buenos
momentos, la casa-garaje de Vicente el de los coches y sus hermanos y hermanas
y sus impresionantes taxis Chevrolet que
tenían, modelo americano total.
Después,
otra casa colectiva donde destacaba la figura de Chano el Guardia y demás
familia, y a continuación la Heladora La Moderna (que no heladería), de los
hermanos Pepito y Diego Casimiro, con unos helados que fueron famosos en el
barrio y fuera, sobre todo por la promoción y difusión que hacia Panchito y su
carrito y porque después se instalaron frente al cine Rex y en Tomas Morales,
en la actualidad. Después, otra casa colectiva con la dulcería de Tino, para terminar en otro histórico, el bar de
los Muertos, que en realidad se denominaba Tamadaba.
El
siguiente bloque era más relajado porque empezaba por la izquierda con un
edificio que albergaba en el piso bajo, la escuela primaria de Don José y
arriba tres familias: los Cazorla, donde recordamos a José Manuel y Félix; los
Navarro, con Antonio, Enrique, Sergio y Rosita y los Castellanos, donde ya
destacaba el mayor, Paco, quien luego seria famoso jugador de Futbol, y sus
hermanos Manolo, Juan, Fernando que también tuvieron su relación con el
balompié.
Después
venia la casa de Andrés, que era lo que
ahora se conoce como voluntario, participando en muchas actividades sociales y
después el Sindicato de Plátanos, donde
aprendimos cómo se empaquetaban para enviar a los barcos y además comprábamos
los restos a buen precio y algunos hasta aprovechaban el duro papel canelo de
embalar para forrar los libros del colegio.
Por
el otro lado, estaba otro Portón, el de Juanito el Ciego, que por la calle
Alemania tenía espacio para la zapatería y la tienda de ultramarinos (así se
llamaban) de Santiaguito. Después venia
un edifico, propiedad de los Nespereira de abajo, donde era frecuente que
vivieran jugadores de Las Palmas, como Parodi, y que en el garaje de la planta
baja se instalaba el Servicio Técnico de los coches Triumph, que era todo un
espectáculo verlos y oírlos rugir.
Después
ya no había nada, porque, lo que ahora es el Restaurante Hermanos Rogelio, era
una inmensa granja-solar donde había gran número de animales sobre todo cabras,
cuidados por un señor, creo que se llamaba Fermín, que se encargaba de darles de
comer, recorriendo el barrio con su triciclo lleno de alfalfa, su pelo blanco,
sus ojos claros y su vozarrón que llegaba a todos los rincones.
Y
ya para llegar a la “otra” carretera, Pio XII, sólo quedaba la Fabrica Fedora,
la de Eufemiano Fuentes, con su cigarrillos
Vencedor y Kruger y al a otro lado la fábrica de Galletas Tamaran de Luís
Correa Medina, que dejaba un imborrable
olor a galleta en el ambiente.
Y
nada más porque después de Pio XII, solo quedaba el Estadio Insular y al otro
lado, lo que ahora es el Edificio “Jiménez García” que era un solar donde
aparcaban los coches que iban al Estadio y finalmente, pegado al Paseo de Chil,
la casa de los Maestros, donde conocimos a gente como los Ayala o los Jiménez,
con los que coincidimos después en la piscina “Julio Navarro”.
Y
eso es todo, bueno sin contar con la
Loma del Ingeniero Salinas, el “tendido
de los sastres”, esa que usaban los que
no podían acceder al Estadio para ver los partidos, unos por falta de dinero y
otros porque casi nunca había entradas libres.
Esta
es, en definitiva, una pequeña historia sobre una calle que ha quedado en el recuerdo
de muchos que vivieron en aquel barrio: la
calle del Cine Goya. Seguro que hay nombres y cosas que faltan y datos erróneos, pero estamos hablando de casi medio
siglo atrás y las cosas se olvidan.